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Lo mejor

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Tener ELA es en sí mismo algo muy malo. Es el varapalo más grande que yo me puedo imaginar, aunque no es necesario que eche mano de imaginación. Nunca querría tener ELA. Pero ya la tengo, y avanzada.  Cuando te encuentras con un sufrimiento así es muy difícil encontrarle un sentido, y, casi sin querer, tendemos a echarle la culpa a Dios. Durante bastante tiempo yo misma he considerado mi ELA como un “ regalo ” de Dios, aunque envuelto en papel de periódico. Pero estaba equivocada.  Es muy injusto achacarle a Dios cualquier mal. Dios creó un mundo donde todo era “muy bueno” (cf. Gn 1,31). Fuimos los hombres los que, en un momento dado, preferimos dar crédito a las insinuaciones del demonio antes que a los cuidados amorosos de un Dios-Padre que nos trataba de proteger del sufrimiento (cf. Gn 3,1 ss.). A partir de ese momento el mal ha tomado las riendas de este mundo y es inevitable pasar por el sufrimiento, de una u otra forma. Luego, la culpa de mi ELA no la tiene Dios. La genialidad