Esta semana me ha ocurrido algo para mí extraordinario. Observando la luna y los planetas con un telescopio pequeño he podido ver con mis propios ojos los anillos de Saturno.
Durante este curso he estado yendo a una adoración eucarística, en silencio, con una amiga; y al finalizar el curso me ha dicho que esperaba fuegos artificiales y que no los ha tenido.
Es probable que, por causa de mis muchas y grandes faltas, haya sentido ese complejo tan feo a la hora de acercarme a Jesús. No hablo de hace siglos, sino de hace bien poquito.
Hace unos pocos días que he regresado de mi segunda peregrinación a Tierra Santa y aunque, hasta hace poco, mi primera visita a los lugares santos fue el "viaje de mi vida", tengo que decir que el verdadero "viaje de mi vida" ha sido esta segunda peregrinación.
Desde hace un par de meses estoy yendo a una "celebración de la misericordia" que se celebra en una Iglesia de la Comunidad de Madrid. Consiste en una Misa, una Adoración Eucarística y al final, imposición de manos y oración de intercesión para la sanación del cuerpo y del alma. Yo asisto con mucha confianza y esperanza en mi curación de la ELA.