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Mostrando entradas de abril, 2024

Punto de inflexión

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A veces en la vida hay momentos que claramente suponen un cambio de rumbo radical. Yo he vivido un par de esos puntos de inflexión. El que quiero contaros ocurrió unos días después de que me diagnosticaran la ELA. Estaba en la oficina aguantando el tipo pero hecha trizas por dentro y llorando sin parar aunque sin lágrimas en ese momento. Fui al baño temblándome las piernas para desahogarme un poco. Me estaba secando la cara, creo recordar, y entonces sufrí un pequeño desvanecimiento en el que tuve una visión. Fueron segundos. Me vi a mi misma cayendo en una tumba y personas grises alargaban sus brazos desde más allá del fondo para atraparme y llevarme a donde estaban ellos. Al reponerme, muerta de miedo, hice una oración que surgió del fondo del alma: "Señor, dame tiempo para reconciliarme contigo y conmigo misma" De ese momento ha nacido todo lo que vivo y hay en mi corazón hoy. Unos días después, rezando, abrí la Biblia al azar y me encontré con Ezequías, en Isa

Asombro

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  Artículo originalmente publicado en  Jóvenes Católicos El Magníficat (Lc 1,46-55) es un canto de alabanza a Dios que nace del asombro ante la grandeza y a la vez cercanía de Dios.  "Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí", esta parte es una maravilla de humildad. Aunque pueda parecer arrogante si se mira superficialmente; pero no puede serlo porque María no tiene mancha. Es reflejo de su humildad perfecta. La mayoría de nosotros ante el deseo de ser humildes, pero estando aún muy llenos de soberbia, en la misma circunstancia que María nos lo callariamos, no vayan a pensar que somos soberbios; o lo anunciaríamos pero dando toda clase de explicaciones para que se vea que "somos humildes". María, sin embargo, con toda la humildad y sencillez del mundo, proclama una verdad profética sin adornos: que será felicitada por todas las generaciones; como de hecho la Iglesia se ha encargado de cumplir. El

Dos Rosarios

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Durante los días de ingreso en el hospital he rezado poco y mal porque mi cabeza estaba bastante aletargada y lo máximo a lo que llegaba era a decir: Señor, te ofrezco todo este sufrimiento. Aparte de las jaculatorias ha habido dos Rosarios especiales. El primero fue ofrecido por mi vecino de cama en la unidad de vigilancia respiratoria que estaba moribundo y nadie rezó por él; muy al contrario, sus familiares aprovecharon el momento para pelearse, insultarse y sacar todos los trapos sucios. Una pena. El otro fue el del sábado anterior al alta. Misterios gozosos. Se juntaban en ese momento unos deseos enormes de escapar del hospital y conocer por fin a mi nietecita Teresa y muchos temores ante las dificultades que ya preveía iban a complicarnos una vida ya de por sí difícil. Me ocurrió que, meditando cada misterio, veía no tanto la parte gozosa sino la cruz que se esconde detrás y además veía mi vía dolorosa particular como un proceso completamente gozoso afín a cada mister