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Ha llegado el momento

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Ha llegado el momento. Ya está aquí lo que tanto miedo me produce, aquello a lo que nunca quería llegar, mi mayor temor en esta cruz de la ELA. Si quiero seguir viviendo, tengo que hacerme una traqueostomía. Llevo los dos últimos años con esta losa planeando sobre mi cabeza:  me rindo o lucho El cuerpo me pedía rendirme aunque mi familia quería que me la hiciera; el miedo guiaba mis pensamientos: demasiado dolor y excesiva carga para mi familia. Las razones del mundo son fácilmente asumibles. Incluso puedo llegar a creer que rendirme es amar más y mejor porque aligero su yugo... pero estas razones creo que no son fruto de un amor auténtico, porque en el fondo reducen el amor a una especie de balanza de beneficios y gastos: si ya no compensa seguir amando es que no es amor verdadero. El amor todo lo soporta como dice San Pablo. Es cierto que nuestro amor es el de una naturaleza caída, por lo tanto imperfecto, pero con ayuda de la Gracia aspiramos a que sea divino. Pensaba ta

Hacerse amigos

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Artículo originalmente publicado en  Jóvenes Católicos No sé qué me ha traído a la memoria una anécdota de hará unos diez años: estaba en un curso de Biblia y tratábamos de hacer lectio divina con el pasaje en el que Jesús llama a Simón (Pedro) a seguirlo, diciendo que le haría pescador de hombres (cf. Lc 5,1-11); por más que lo intentaba no lograba entender cómo pudo atraer a Pedro eso de pescar hombres, tantos sacrificios y sinsabores para alguien que sabía de redes y peces, pero que -imagino yo- de hombres bien poquito. Yo me miraba a mí misma tomando el lugar del rudo pescador y no veía encargo menos atrayente que éste; me parecía una losa muy pesada. Estaba yo en un momento de conversión en el que me fascinaba Jesús, quería que fuera el centro de mi vida, que me transformara, pero que fuese una relación de dos, Él y yo. Quiero pensar que Pedro también buscaba su amistad y quizá también tenía un deseo inconfesable de estar cerca de quien le parecía que sería alguien imp

En el ayuno se prueba el amor

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Artículo originalmente publicado en  Jóvenes Católicos   La Cuaresma que va a empezar en breve me invita a ayunar como práctica de purificación para prepararme a acoger en el corazón a Cristo que muere y resucita para rescatarme del pecado y de la muerte, o sea, de la vida sin Él. Acogerlo es querer vivir como Él vivió, es decir, imitando su modo de vida, que es tomar partido por los pobres y humillados. No es cosa sólo de Dios Hijo; en el Antiguo Testamento Dios Padre también prefiere a éstos:   "Porque esto dice el Alto y Excelso, | que vive para siempre y cuyo nombre es «Santo»: | Habito en un lugar alto y sagrado, | pero estoy con los de ánimo humilde y quebrantado, | para reanimar a los humildes, | para reanimar el corazón quebrantado" (Is 57,15). El cuerpo, de forma natural, a mi no me pide tomar partido por los pobres -¡uf! de pronto me he sentido como los porquerizos gesarenos que preferían sus cerdos a ver al endemoniado liberado de su tormento (cf. Mc 5

Apóstol del sufrimiento

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Alejandro y yo conocimos el caso de David, que estaba inválido y, rezando la novena del siervo de Dios Isidoro Zorzano, quedó sanado. Pensamos en hacer también la novena y terminarla junto al sepulcro que está en la iglesia San Alberto Magno en Vallecas. Alejandro se lo contó a muchas personas que nos han acompañado en este camino de nueve días. Hoy hemos ido al sepulcro y hemos rezado la novena, el Ángelus y un Rosario. He ido nerviosa, pensando: está vez, sí. Hace unos días, hablando con unos amigos de por qué a nosotros no nos cura, yo dije: "ayudamos mucho a Jesús llevando bien nuestras enfermedades". Lo dije estando a mitad de la novena. Y, como excusándome por la incongruencia, dije a Jesús en mi interior: "también te puedo ayudar estando curada". Estos amigos nos hablaron de un capítulo de  The Chosen con un diálogo precioso entre Jesús y Santiago el Menor para comprender el sentido del sufrimiento. Yo creo que lo entiendo ya desde hace mucho tie

Jesús, mi fundamento

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Me cuesta muchísimo últimamente ponerme a rezar. Me asalta la pereza y me distraigo con cualquier cosa banal. Pero cuando me venzo y me pongo por fin, aunque sea poco rato, el Espíritu Santo me suele premiar con un pensamiento, un hilo del que tirar y desgranar, y así poder profundizar y seguir rezando; a veces durante días. Y entonces se me cura la pereza por un tiempo, lo que me ayuda a escribir estos artículos. Hoy mi regalo ha sido este pensamiento: La enfermedad ha llenado de sentido mi vida.  Al principio me he quedado sorprendida porque me he preguntado: o sea, que antes ¿no tenía sentido? ¿Antes era un sinsentido mi matrimonio, mis hijos? ¿Para qué pido mi curación, para vaciarme de contenido?  La respuesta claramente es no a todas las preguntas. La vida tiene siempre sentido, aunque no la vivamos en plenitud. Lo tiene porque es el camino para llegar a vivir la plenitud eterna, que es el cielo. Mi matrimonio tenía sentido desde el principio aunque tuviera muy errad

Gritar en el desierto

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(Artículo originalmente publicado en Jóvenes Católicos ) Cuando durante el Adviento se hablaba de Juan como la voz que grita en el desierto, yo no pensaba en otra cosa que anunciar al mundo de las redes sociales que el Reino de Dios no es que esté cerca, es que ya ha llegado. Llegó hace más de dos mil años y llegó para quedarse.  Cada uno tiene su manera propia de gritar en el desierto; hay a quien le gusta ser directo y a quien le gusta anunciar con la vida, mostrando con la alegría y la actitud de vida que ya es del Reino y que sonríe a la vida precisamente porque el Reino está en sí. Yo creo que soy más bien de estas últimas, pero no lo digo con orgullo, porque me gustaría ser también de las otras y me cuesta mucho por culpa de los dichosos respetos humanos y porque me siento poco formada e insegura por tanto. A veces doy el paso, pero suele ser porque me lo ponen fácil, la verdad sea dicha. Tengo una amiga que creo que es de las otras y por ello la admiro mucho. Tiene m

Es un honor

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Una diría que, siendo tan pecadora como he sido -lo sigo siendo, pero, verdaderamente, de forma menos grave-, cómo es posible que Dios me trate con tanto mimo. ¡Es que me da caprichos como si fuera la niña de sus ojos! Que necesito fortaleza, tengo para dar y regalar; que necesito dinerito para una reforma, me llega una donación inesperada; hay muchos ejemplos que van de lo espiritual a lo más mundano. Se hace verdad el pasaje de los lirios del campo, al verme asistida en todas mis necesidades (cf. Mt 6,28 y ss.). Me veo también como la oveja perdida que, cuando Dios me recuperó para el Reino, se alegró tantísimo que hasta hoy seguimos de fiesta y celebración (cf. Lc 15,4 y ss.).  El Reino de la vida en Cristo es esa fiesta, para todas las ovejas rescatadas, con tal que te pongas bajo su yugo y te dejes guiar por él con mansedumbre y humildad (cf. Mt 11,28-30) Como dice Isaías: Él da fuerza al cansado, acrecienta el vigor del inválido; se cansan los muchachos, se fatigan; l