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Mostrando entradas de enero, 2024

Apóstol del sufrimiento

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Alejandro y yo conocimos el caso de David, que estaba inválido y, rezando la novena del siervo de Dios Isidoro Zorzano, quedó sanado. Pensamos en hacer también la novena y terminarla junto al sepulcro que está en la iglesia San Alberto Magno en Vallecas. Alejandro se lo contó a muchas personas que nos han acompañado en este camino de nueve días. Hoy hemos ido al sepulcro y hemos rezado la novena, el Ángelus y un Rosario. He ido nerviosa, pensando: está vez, sí. Hace unos días, hablando con unos amigos de por qué a nosotros no nos cura, yo dije: "ayudamos mucho a Jesús llevando bien nuestras enfermedades". Lo dije estando a mitad de la novena. Y, como excusándome por la incongruencia, dije a Jesús en mi interior: "también te puedo ayudar estando curada". Estos amigos nos hablaron de un capítulo de  The Chosen con un diálogo precioso entre Jesús y Santiago el Menor para comprender el sentido del sufrimiento. Yo creo que lo entiendo ya desde hace mucho tie

Jesús, mi fundamento

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Me cuesta muchísimo últimamente ponerme a rezar. Me asalta la pereza y me distraigo con cualquier cosa banal. Pero cuando me venzo y me pongo por fin, aunque sea poco rato, el Espíritu Santo me suele premiar con un pensamiento, un hilo del que tirar y desgranar, y así poder profundizar y seguir rezando; a veces durante días. Y entonces se me cura la pereza por un tiempo, lo que me ayuda a escribir estos artículos. Hoy mi regalo ha sido este pensamiento: La enfermedad ha llenado de sentido mi vida.  Al principio me he quedado sorprendida porque me he preguntado: o sea, que antes ¿no tenía sentido? ¿Antes era un sinsentido mi matrimonio, mis hijos? ¿Para qué pido mi curación, para vaciarme de contenido?  La respuesta claramente es no a todas las preguntas. La vida tiene siempre sentido, aunque no la vivamos en plenitud. Lo tiene porque es el camino para llegar a vivir la plenitud eterna, que es el cielo. Mi matrimonio tenía sentido desde el principio aunque tuviera muy errad

Gritar en el desierto

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(Artículo originalmente publicado en Jóvenes Católicos ) Cuando durante el Adviento se hablaba de Juan como la voz que grita en el desierto, yo no pensaba en otra cosa que anunciar al mundo de las redes sociales que el Reino de Dios no es que esté cerca, es que ya ha llegado. Llegó hace más de dos mil años y llegó para quedarse.  Cada uno tiene su manera propia de gritar en el desierto; hay a quien le gusta ser directo y a quien le gusta anunciar con la vida, mostrando con la alegría y la actitud de vida que ya es del Reino y que sonríe a la vida precisamente porque el Reino está en sí. Yo creo que soy más bien de estas últimas, pero no lo digo con orgullo, porque me gustaría ser también de las otras y me cuesta mucho por culpa de los dichosos respetos humanos y porque me siento poco formada e insegura por tanto. A veces doy el paso, pero suele ser porque me lo ponen fácil, la verdad sea dicha. Tengo una amiga que creo que es de las otras y por ello la admiro mucho. Tiene m