Hacerse amigos


Artículo originalmente publicado en Jóvenes Católicos

No sé qué me ha traído a la memoria una anécdota de hará unos diez años: estaba en un curso de Biblia y tratábamos de hacer lectio divina con el pasaje en el que Jesús llama a Simón (Pedro) a seguirlo, diciendo que le haría pescador de hombres (cf. Lc 5,1-11); por más que lo intentaba no lograba entender cómo pudo atraer a Pedro eso de pescar hombres, tantos sacrificios y sinsabores para alguien que sabía de redes y peces, pero que -imagino yo- de hombres bien poquito. Yo me miraba a mí misma tomando el lugar del rudo pescador y no veía encargo menos atrayente que éste; me parecía una losa muy pesada.

Estaba yo en un momento de conversión en el que me fascinaba Jesús, quería que fuera el centro de mi vida, que me transformara, pero que fuese una relación de dos, Él y yo. Quiero pensar que Pedro también buscaba su amistad y quizá también tenía un deseo inconfesable de estar cerca de quien le parecía que sería alguien importante.

Pienso ahora que quizá el plan de pescar hombres no era el reclamo sino el anuncio profético de la consecuencia de seguirle. Imagino que lo que le impulsó a cambiar de vida era la persona, el encuentro personal -¡Madre mía, cómo tenía que ser su mirada!-

Con el pasar de los años, yo he ido conociendo cada vez más a Jesús, dejándome mirar por Él, he aprendido poco a poco a obedecer lo que me mandaba a través de su Iglesia y, cada vez más, la posibilidad de faltar Jesús en mi vida se me hacía más insoportable. 

A medida que te haces su amigo crece en tu corazón el deseo de sembrar en todos los corazones al Rey que ya reina en el tuyo hace tiempo. Esto es para mí ser pescador de hombres. 
Así, lo que antes veía como una dura carga, ahora me parece una bendición.

Desde luego, diez años después, el mero pensamiento de trabajar para acercar personas a Jesús, mejor dicho, para lograr que Jesús reine en todos los corazones, me produce alegría y, si lo lograse, el gozo sería tan grande que me explotaría el corazón.

Primero había que conocerse, hacerse amigos; lo de pescar hombres vendría después, pero no como quien capta adeptos a una secta o ideología sino siendo testigos de la Persona que reina en tu vida.

Comentarios

  1. Que bonito Águeda, que Jesús sea nuestro mejor amigo, nuestro confidente, quien nos da valor. Un abrazo especial!
    Piedad

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  2. Acabo de leer tu comentario y me doy cuenta
    Águeda de cómo me llevas a Cristo con tus palabras
    y testimonio.......
    Desde casa, cuánto evangelizas y que bien nos hace!!
    Unidos en oración!







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  3. Me encanta tu reflexión mamá. Es muy personal. Me refiero a que te imaginas la escena desde lo más personal, efectivamente no viendo sólo las palabras de Jesús, sino tratando de imaginar lo que sentiría Pedro, que no estaba escuchando sólo las palabras de un hombre, sino que estaba siendo testigo cercano de la presencia de El Hombre! Algo que seguramente se convertiría en una atracción tan fuerte, tan magnética por Su mirada, por Sus gestos, que seguramente le estallaba el corazón ❤️

    Tu hijito Miguel que te quiere tanto!

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  4. Hola Águeda,
    Voy leyendo tu blog desordenadamente en momentos de paz. Es un regalo que me hago.

    Ojalá algún día yo me deje mirar por Él como lo haces tú.

    Siento que eres "pescadora de hombres" y caemos en tu red porque nos enganchas con tu testimonio.
    Gracias por echar la red!

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    Respuestas
    1. Gracias por leerme y comentar siempre. Un fuerte abrazo 🤗

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