La mejor Cuaresma de mi vida

Desde hace unos días estoy recluida en casa para evitar contagiarme por el coronavirus y contagiar a otros en caso de tenerlo ya, siguiendo las recomendaciones de las autoridades sanitarias.
De entrada, este hecho supuso para mí una tristeza enorme: pensar que no iba a poder asistir a la misa diaria, ni recibir la comunión. No sabría explicar aquí qué supone para mí la misa porque no es una cuestión teórica. Pero a grandes rasgos y para hacerme entender puedo decir que para mí es un encuentro personal con Cristo, que está vivo, él pasa por mi vida y me da la fuerza y la gracia para vivir lo que me tenga preparado en ese día. Y toparse con Jesús no es poca cosa, es el mejor regalo, os lo puedo asegurar. Renunciar a este encuentro es el mayor de los ayunos. Pero en las cosas de Dios suele ocurrir que una gran penitencia trae consigo un regalo desproporcionado. Dios no se deja ganar en generosidad.

Mi primer regalo ha sido un sentimiento de comunión con los cristianos del mundo que no tienen la suerte que tengo yo de asistir a misa a diario. Me han venido a la mente los cristianos de Siria con su ejemplo heroico y alegre en la cruz, como muestra de todos los cristianos del mundo que no disfrutan del don de un sacerdote, y me he alegrado de poder sufrir, aunque sea una pequeñísima parte de sus sufrimientos. Esto es compasión de verdad, com-padecer, padecer con ellos.

Otro regalo ha sido el disfrutar la misa por internet. Somos tan afortunados. Casi a cada hora se puede seguir una misa a través de YouTube y yo tengo la suerte de que mi parroquia está conectada 24 horas. Pero es que al seguirla en casa he podido vivir la misa con un recogimiento que hacía tiempo que no tenía, y en total privacidad. Las comuniones espirituales en esta situación son tan gozosas, la fe y el deseo con que se hacen alcanza de Jesús toda su gracia, que te inflama el corazón.

Otro regalazo: convivencia familiar sin tregua. No digo que esto sea fácil, pero es una oportunidad para luchar contra mi propio corazón, contra mis egoísmos, qué cantidad de ayunos y limosnas valiosas al poner una sonrisa cuando te interrumpen una y otra vez en la oración, qué ratos de risas y de hablar de todo. Y cuánta oración juntos. Puedo decir que ésta está siendo la Cuaresma mejor vivida de toda mi vida.

Voy a compartir aquí un vídeo de una canción-oración después de hacer juntos la novena a San José y de rezar el Rosario.

No se qué viste en mí #YoMeQuedoEnCasaREZANDO 

Aún hay otro regalo inmerecido que he recibido, y es que habiendo hecho el propósito de unirme con alegría al ayuno de Eucaristía junto con toda la Iglesia de Madrid, estoy recibiendo en casa la comunión sacramental gracias al cariño de los sacerdotes. Qué regalo tan tierno del Señor ¡Cómo me cuida! Y me pregunto ¿Qué viste en mí, Señor?

¿Recibiré más regalos?  Si estoy atenta, y lo estaré, ¡verė muchos!