Hacerme nada

Esto de la comunicación se está convirtiendo en un despropósito de dimensiones astronómicas. 

El otro día, fuimos Alejandro y yo a hacer una gestión a la biblioteca y, al terminar, me dijo la chica que nos atendió que me llegarían dos correos; y así fue. Los tenía al instante. Entonces quise decirle que ya los había recibido. Lo intenté hablando, pero entre que parezco un borracho a punto de caer en el sueño más profundo, el ruido del respirador y la mascarilla hermética rodeando mi boca, no había manera de hacerme entender y Alejandro se empezó a poner cada vez más nervioso: "pero ¿Te pasa algo? ¿Te duele la cabeza, un pie, el culo, el pelo, una mano? ¿Estás incómoda? No te entiendo, dime sólo una palabra" y así estuvimos un buen rato, hasta que dije, agotada: "nada". Eso lo entendió a la primera y emprendimos el regreso al coche. 

En cuanto la luz se puso de mi parte y pude tomar el control de mi móvil, usé la aplicación que utilizo para hablar, escribí con los movimientos de mi cabeza "ya los he recibido" y, aunque por el traqueteo del paseo me costó mucho, la aplicación lo dijo por mí. Para cuando logré decirlo ya habíamos llegado al coche. Alejandro ya se había olvidado de la conversación así que se lo expliqué y se alteró bastante. Me dijo: "yo pensaba que te pasaba algo y tú hablando de pájaros y flores"; no utilizó esta expresión, pero ésta es similar, igual de gráfica y más elegante.

También me ocurre que estoy entre personas que hablan y yo escucho pacientemente. Pero de pronto quiero aportar mi granito de arena y me afano con toda la pericia de que soy capaz en escribir mi aportación. Cuando estoy lista y voy a soltar mi genialidad, me echo atrás porque ya han cambiado de tema un par de veces. Borro con humildad mi escrito y lo ofrezco como sacrificio. Pero a veces la vanidad me puede y, aun no pegando nada, suelto con mi voz electrónica mi gloriosa frase, y todos se callan, me miran perplejos y el más espabilado dice: "¡ah, lo dice por lo que hablábamos antes!". Un par de segundos de silencio sepulcral a continuación me sumergen en el bochorno más vergonzoso y lo que había sido un pecado se convierte en un merecido cachete que por supuesto ofrezco también.

Así, poco a poco, voy aprendiendo a estar callada. A no hablar de pájaros y flores y decir lo estrictamente necesario para no desfallecer por un cruel picor, o por un dolor insoportable. Voy poco a poco aprovechando las animadas conversaciones para recogerme hacia adentro, rezar, escribir artículos como éste o jugar a los juegos que me gustan.

He llegado a verme a mí misma como un sagrario en una iglesia donde las personas hablan sin caer en la cuenta de que allí hay alguien más presente, y es alguien importante, el más importante, pero permanece en silencio para no molestar, ni interrumpir. Yo no soy ni remotamente un sagrario, aunque me gustaría, ni la persona más importante de la reunión, pero figurármelo me ayuda a vivirlo con más humildad cada día, hasta que llegue a hacerme nada, como todo un Dios se hace nada en un trozo de pan.