El mordisco


 Cuando mi hijo Gabriel era muy bebé era para comérselo. Bueno, los tres eran de mordisco, pero es que con Gabriel tengo una anécdota un poco bruta pero muy oportuna para lo que quiero contar.

Yo conducía, y él iba a mí lado en su sillita del coche. Me observaba y me hacía ojitos y yo le respondía con carantoñas de madre eclipsada por el cariño incondicional del hijo. Entre tantos cariños, Gabriel alargó su manita como para cogerme y yo le respondí con un beso. Debió de gustarle e insistió, una y otra vez hasta que yo de puro regocijo le quise dar un mordisquito en su puñito para hacerle reír, con tan mala suerte que estiró el dedo, yo no lo vi, y le arreé un bocado que le hizo llorar inconsolable. Pobre hijo.

Me he acordado de esta anécdota al leer el libro "Tú pecador. El arte de la confesión frecuente" de José Fernando Rey Ballesteros, que recomiendo mucho.

En él viene a decir que cuando un miembro de la Iglesia comulga el Cuerpo de Cristo no le muerde a Jesús arrancando un trozo, cual caníbal hambriento, o cual madre regocijada y despistada, no.

Hay que entender que el cristiano desde su bautismo ya no es un yo aislado sino un nosotros parte de un cuerpo mayor que es la Iglesia. Por eso la Iglesia reza en plural. En cada Misa, Jesús mismo nos convoca a todos sus miembros, como células de un mismo cuerpo, del que forma parte principal Jesús. Y lo hace para alimentarnos como el corazón del cuerpo humano impulsa la sangre a cada célula. Y así nos hacemos uno.

Por esto, si comulgase alguien que no pertenece a la iglesia o que se ha apartado por estar en pecado mortal sí estaría robando un trozo, dando un mordisco a Jesús. 

Yo creo que en mi vida he dado muchos mordiscos a Jesús y me duele enormemente haberlo hecho pero más le dolió a Él. Sin embargo en cada mordisco sólo lloró desconsolado, como Gabriel, deseando siempre que la próxima vez fuera Comunión y no agresión.

Ya hace mucho tiempo que no agredo en la comunión, pero me he movido mucho por la cara personal e individual de la moneda. Muy motivada por el hecho de saberme invitada personalmente por Jesús a ser su discípulo amado, recostarme en su pecho y acompañarle en el Calvario; pero últimamente trato siempre de caer en la cuenta de esa otra cara de la moneda, la del nosotros, la de la unión con mis hermanos en un mismo cuerpo con Jesús.

Comentarios

  1. Buenos días, un día hermoso, además. Te hago este comentario de manera anónima, pero nos conocemos a través de las Redes Sociales. Creo que deberías publicar estos artículos en un libro. No faltará editorial cristiana que desee publicarlos, estoy segura. Te deseo lo mejor. Un cordial saludo.

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    1. Muchas gracias querida amiga "de las redes sociales"😊. Me honras mucho con lo que me dices, y si alguien está interesado pues estaría encantada de valorarlo. Un fuerte y cariñoso abrazo

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