Un gesto muy especial

Últimamente ha habido un cambio importante en mi relación con la gente. No estoy hablando de mis limitaciones comunicativas, que son enormes. Tanto es así que ya no tratan de entablar un diálogo conmigo -cuando lo intentan es tan embarazoso que no repiten-, y directamente hablan con Alejandro de mis cosas. Me parece estupendo y no me molesta en absoluto. Algunos incluso piensan que ya no oigo, o no me entero de nada, y tampoco me irrita; la verdad, me hace gracia. Lo que sí me irrita, y muchísimo, es cuando, al vernos, deducen que Alejandro está cuidando a su madre. ¡Por el amor de Dios! ¿Es que no ven? Si es palpable que soy su mujer. En fin, perdón por el inciso; necesitaba desahogarme. Es que me ha ocurrido muchísimas veces.

 

Ya vuelvo al tema. Lo que ahora me ocurre, y antes no, es que muchos me cogen la mano con ternura. Me conozcan o no, la gente se acerca y me toma de la mano. La mayoría me mira a los ojos y me transmite muchas cosas y yo les dedico la mejor de mis sonrisas.

Alejandro también me coge la mano con ternura, lo hace todas las noches al acostarse y cada día en la Consagración de la Misa para hacer que mi ser se pueda arrodillar en el Calvario, a través de él, sin moverme de la silla. 

Alejandro lo hace desde hace mucho tiempo y es muy especial para mí. Por eso este nuevo gesto de la gente no me pasa desapercibido. Quizá los que lo hacen no se enteran de lo mucho que me dicen con él.

Cuando la señora que pasa la cesta en Misa se detiene un instante a mi lado y me acaricia la mano, yo entiendo que me dice que le importo, reza por mí y me da ánimos. Cuando un vecino se para a saludar y, mientras habla con Alejandro, me tiene cogida la mano, yo entiendo que estamos en sus pensamientos y que está ahí para cuando le necesitemos. Cuando nos visitan en casa y cogen mi mano, yo me siento querida. También mucha gente desconocida se nos acerca -más incluso que los que suponen que Alejandro es un buen hijo cuidando a su madre- y me cogen la mano mientras nos dicen cosas preciosas.

Es un gesto muy especial y me encanta en esta nueva etapa del silencio en la ELA. Me gusta tanto porque creo que en realidad quien me toma de la mano es Jesús a través de ellos.

Lo creo porque Jesús también cogía la mano y debía de ser llamativo, pues los evangelistas lo dejaron escrito. Jesús cura a la suegra de Pedro tocando su mano (Mt 8,15; Mc 1,31), resucita a la hija de un jefe judío cogiéndole la mano (Mt 9,25; Mc 5,41; Lc 8,54), lleva de la mano al ciego de Betsaida para abrir sus ojos (Mc 8,23), libera a un muchacho de un espíritu inmundo cogiéndole de la mano (Mc 9,27).

Yo creo que Jesús se vale de tanta gente buena para decirme lo mucho que me quiere.