La llama en el armario

Vela
Si la sal se vuelve sosa ¿Para qué sirve? Para tirarla. No se enciende una llama para esconderla en un armario.

El otro día me armé de valor y quise contar a unas amigas que mi familia y yo estamos rezando por un milagro a la Beata Mariana de Jesús, mercedaria descalza, y creo que pensaron que como mínimo soy un pelín fanática o que me he vuelto como una monja. Me sentí ridícula por haberlo contado. Y todo el valor se desparramó por el suelo.



Los cristianos hemos sido elegidos por Dios para ser sal que sala y luz que alumbra ¿Por qué entonces la mayoría de los cristianos nos limitamos a disfrutar del privilegio que supone serlo sin ni siquiera intentar salar o brillar? ¿Por qué nos contentamos con ir a misa los domingos? ¿No nos pidió Jesús que fuéramos sal para el mundo?


No sólo me pasa a mí. Hay mucha gente que siente ese reparo a contar las vivencias, lo que nos aporta la fe; puede ser porque no sabemos contarlo. Y cuando alguien nos cuenta con pasión que reza y confía y sugiere a los demás que hagan lo mismo, sentimos vergüenza. Nos parece ridículo o exagerado. Pensamos que ese tipo de sentimientos deberían quedarse en su interior. Y entonces metemos la llama en el armario.

Nos han educado en un pudor mal entendido que nos impide ser reflejo de las alegrías y emociones del alma ¿Hay algo mejor que sentirse pleno, orgulloso de tus actos y pensamientos, optimista, feliz de tu condición? Cuando te sientes así y conoces el motivo, algo desde dentro debería empujarte a compartirlo. Pero entonces crees que nadie va a entenderte, que quien te escucha está en otra onda y no entiende nada de lo que le puedas decir. Entonces mejor callar.

Y sí, de verdad pienso que es mejor callar. Ser sal que sala y luz que alumbra significa vivir con la condición de cristiano como bandera, dando sabor a la vida del prójimo, iluminando el oscuro camino de los demás, pero sobran las palabras cuando no son escuchadas. Hacen falta obras, alegría y así llenamos el mundo del mensaje de Jesús. Hay que vivir el mensaje de Jesús y mostrarlo sin pudor, y contarlo, sí, pero cuando el que escucha quiera oírlo. A pesar de los problemas que todos tenemos, es nuestra obligación de cristianos estar alegres. Y que se note. No digo que sea fácil, pero hay que intentarlo.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.» (Mt 5,13:16)

Comentarios

  1. Querida Águeda, por favor, no te tortures con este pequeño "fracaso".

    Yo a veces también siento que soy visto como un bicho raro pero te digo una cosa, no saben lo que se pierden.

    Pienso que el mismo Jesucristo en su predicación experimentó muchos fracasos. Y no por ello dejó de llamar al pan, pan y al vino, vino.

    Cada persona experimenta su único, particular y personal periplo vital.

    Lo único que podemos hacer es acordarnos de ellos y rogar a Dios que les muestre el camino.

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    Respuestas
    1. Gracias Fernando por tu comentario!! Lo cierto es que tienes razón, pero es que siempre he sido un poco cobarde, y cuando por fin me lanzo, siento empequeñecer. Supongo que lograré algún día lanzarme a compartir mis vivencias con contundencia, y a no dejarme intimidar por lo que puedan pensar los demás. Un beso y #TeRegaloUnaSonrisa :))

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    2. Muchas gracias por tu sonrisa, prima !!! ... y ... ánimo.

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