Casualidad no, la Providencia

Aún no he contado que los habitantes de Medjugorje, aunque son bosnios por su ubicación, ellos se consideran croatas, porque allí, ser croata es sinónimo de ser católico. Bosnia es un país mayoritariamente musulmán. Esto es sólo una curiosidad, pero aclara cierta confusión respecto a quiénes son estos bosnios croatas.

Ellos siempre dicen: "Cuando alguien nos dice ¡qué casualidad!, los croatas decimos, no es casualidad, es la Providencia". Este dicho tiene mucha importancia para mí porque siempre he creído en ello, pero, desde que he viajado a Medjugorje, lo considero una verdad irrefutable.

No es casualidad que la Parroquia dedicada a Santiago Apóstol, que se empezó a construir en 1937 (45 años antes de suceder las apariciones) y se terminó en 1969 (12 años antes de las apariciones), sea de un tamaño excesivo para un pueblo que entonces no tenía más de 400 habitantes. El arquitecto dijo que en 10 años se quedaría pequeña, y así ha sido.

Y tampoco es casualidad una anécdota que viví antes de partir hacia el aeropuerto rumbo a Medjugorje.
Cuando estábamos colocando las maletas en el coche las tres amigas que hemos hecho esta peregrinación, Carmen, Mercedes y yo, tropecé de la manera más tonta con una baldosa descolocada en la acera. Hacía mucho tiempo que no me caía y se me había olvidado que estas cosas nos pasan a los enfermos de ELA. Pero esta vez fue distinto, y tengo cinco testigos que pueden confirmarlo: me caí a cámara lenta. Suena a fantasía, pero no lo es. Como las otras veces que me he caído, no pude echar las manos para parar el golpe, y como siempre caí sobre mi hombro derecho. Pero esta vez fue despacito y no me hice más que un rasguño en el dedo meñique. Durante todo el trayecto al aeropuerto me pregunté por qué me había tenido que caer justo el día de mi viaje a Medjugorje ¡Qué casualidad!; no, la Providencia.

Pienso que es la Providencia porque cuando al día siguiente fui decidida a subir al monte de las apariciones y vi el percal, entendí el mensaje que me había mandado el Espíritu Santo. ¿Y cuál es el percal? Pues que Medjugorje es un terreno plagado de pedruscos picudos, entre los que hay que moverse con precaución. Al menor traspiés yo me habría abierto la cabeza y para mí se habría acabado la aventura. El mensaje era claro: no debía arriesgarme a subir y no lo hice.
Como consecuencia me perdí el Rosario subiendo a este monte y el Via Crucis subiendo al monte Krizevac. Pero ya no me importaba; la Virgen me había hecho ya un regalo para que no me preocupase por estos detalles. Ya lo contaré.

¿Y qué hice entonces? Pues me quedé abajo, donde también se ha aparecido la Virgen, sola, bajo un árbol, sentada en una de esas rocas, frente a la imagen de la Virgen blanca y la Cruz azul. Recé el Rosario, a mi aire, disfrutando de mis pensamientos y de la brisa que me regalaba la Virgen; la brisa era excepcional, ya que el día en cuestión hacía un calor sofocante de 40 grados, y yo no lo sufrí.

La Providencia siguió haciendo de las suyas, porque cuando pensé en que debía regresar al hotel, caí en la cuenta de que me había quedado sola y que no tenía ni idea de cómo llegar. Ni siquiera me acordaba del nombre del hotel. Y pensé: si la Virgen me ha querido aquí abajo, Ella se encargará de guiarme (entended que estaba bastante mística en ese momento). Pero la Providencia tiene sus propios planes y me puso en el camino a una compañera del grupo a la que no conocía mucho, Marta, de Bilbao, pero que resultó ser hermana de unas amigas mías de Madrid (el mundo es un pañuelo). Ella tampoco había subido al monte y se había quedado abajo, como yo. Tampoco tenía claro el camino de regreso, pero echamos a andar y a conversar. Nos perdimos y dimos un gran rodeo, pero es que teníamos muchas cosas que contarnos y ahí nació una bonita amistad.

Finalmente encontramos el hotel.

Comentarios

  1. Pues le quiero dar gracias a la Providencia por mostrarte la PRUDENCIA.

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