Carta abierta

Querido Mario:
Quiero escribirte esta carta porque conocerte no ha sido algo superficial, liviano, sin importancia. Muy al contrario, sin desmerecer nada ninguno de los momentos y personas que rodearon nuestro encuentro, encontrarme contigo es lo mejor que me ocurrió ayer. Y esto te lo digo después de una noche agitada precisamente por el instante que duró tu mirada suplicante fija en mis ojos. Me inquietaste, me has robado el sueño, pero te estoy inmensamente agradecida.

Frecuentemente aprendemos mucho más los que, en un acto de vanidad, pretendemos enseñar algo a alguien que pensábamos que necesitaba nuestras palabras. Y no digo que no las necesitaras, digo que quizá yo necesitara más que tú, tu reto y tu mirada. Me retaste con tu "¡Véndeme la Iglesia!" y respondí con mi habitual torpeza, hablándote de cosas que quizá no estabas listo para escuchar. Pero hubo un momento, en el que se borró todo lo de alrededor, y nos quedamos solos tú y yo, y tus ojos fijos en los míos. En tus ojos vi súplica y si no te recordara bien y no supiera que tienes veintitantos, pensaría que quien me estaba mirando era un niño. De verdad Mario que esa mirada era una súplica y me he pasado la noche intentando averiguar qué me suplicabas. No me voy a pasar de lista y dar por supuestas cosas que desconozco, pero voy a contarte lo que me ha aportado mi noche agitada por tu mirada.

Primero pensé lo que siempre pienso cuando abro la boca: seguro que he metido la pata, seguro que he dicho algo inapropiado, algo que lejos de ayudarle, le aleje de la Iglesia. Esta es una de mis crucecitas, creerme que lo importante es lo que yo diga; pero esto lo tengo superado y sé que diga lo que diga, hasta la metida de pata más gorda, Dios la cocinará de la forma adecuada y en el momento adecuado, dentro de tu corazón, logrará que sean la palabras que necesitaste oír. Esto lo sé, así que en seguida me quedé tranquila con este asunto. Me quedé tan tranquila que me dormí.

Pero me volví a despertar con esta pregunta ¿Cómo voy a venderle la Iglesia a alguien que no la necesita? Y aquí ya se acabó lo de dormir. ¿Cómo que no la necesita, ¡si yo no puedo vivir sin ella!? Claro es que tú te estás muriendo y él no ¡Ah, no! ¡Si todos nos morimos! Ya pero él no lo ha pensado, o sí lo ha pensado y prefiere esconderlo dentro de un baúl. Bueno, yo qué sé, si me pareció que tampoco creía en Dios, hasta diría que Iglesia y Dios son cosas diferentes. ¡Uf, Mario, qué mogollón! Luego pensé, ¿Cómo no he sido capaz de venderle la Iglesia porque no la necesite, si yo he sido comercial y todo comercial sabe que hay que vender especialmente a quien aún no sabe que lo que necesita es precisamente tu producto?
Descubrí anoche que la Iglesia es invendible si no se conoce primero a Cristo. Es que la Iglesia sólo tiene sentido porque Cristo nos la dejó, y nos la dejó para que pudiéramos seguir tocándole, viéndole, y no perdamos jamás ese contacto real con Él. ¿Por qué ir a la Iglesia? Porque necesitas a Cristo.

Pero era inevitable que me llegara la siguiente pregunta ¿Y si se pudiera vivir sin Cristo? ¡Esta si que me quitó el sueño! Y yo qué sé, yo no soy nadie para responder preguntas tan difíciles. Me sentí muy pequeñita, porque yo sí que no puedo vivir sin Él. ¡Soy dependiente de Jesús! Y entonces me di cuenta que no puedo explicar a Cristo sin Dios. Si es que Cristo no es un tipo interesante y popular para muchos; es mucho más que eso, es Dios. Pero no un diocesillo, no un espejismo, es nuestro creador. No nos crea como mero entretenimiento, no; nos crea porque nos ama, no en conjunto, individualmente, concretamente. Te ama a ti, Mario, te ama con tus miedos, con tus dudas, con tus desplantes y tus retos, con tus rebeldías, con tus negativas, con tus heridas, pero también con tus bondades y virtudes, también las que desconoces que tienes y es más, te ama desde el principio de los tiempos, desde mucho antes de tu concepción, desde mucho antes que tus circunstancias, y te quiere nuevamente con él y hará todo lo que pueda para tenerte con Él, todo menos forzarte.
Así que para explicarte a Cristo tendría que haberte hablado de Dios.

Y empezaron a venirme un montón de frases que se dijeron allí, como un bombardeo: "lo importante es ser buena persona" "mirar la vida desde el mirador de la muerte" "quien ama al prójimo, ama a Dios" "sin Cristo no te puedes salvar" "Cielo e infierno"
Realmente me quitó el sueño, pero es que todo esto son preguntas muy trascendentes. No se puede trivializar nada de esto, no podemos pretender empaquetar el sentido de la vida en una caja de cartón y venderla en los escaparates. Esto es mucho más serio, es que la vida es algo muy serio, Mario. Es tan serio que cada uno debe recorrer su propio camino. El mío es maravilloso porque tengo certezas que he descubierto por dos razones, porque las he buscado y porque cuando Dios me las ha mostrado, las he aceptado. Buscar y aceptar, son dos palabras fundamentales. El que busca encuentra y no puedes encontrar otra cosa que la Verdad y cuando la tengas frente a ti deberás decidir qué quieres hacer, si fiarte de la Verdad o engañarte con excusas.
La Verdad yo la descubrí ante un hecho traumático de mi vida y decidí agarrarme a ella como una garrapata. Valgo lo mismo que ese bicho, pero para Dios soy una hija infinitamente querida. Soy garrapata y soy amada. Es uno de tantos misterios incomprensibles para nuestras mentes diminutas, pero que por Gracia divina estamos capacitados para descubrir.

Me encantó conocerte, agradezco a tus padres el haberme facilitado tu mirada, y espero volver a verte aunque sea ocasionalmente, porque las personas como tú, como yo, con heridas, que buscan, tienen que apoyarse mutuamente, porque nos ayudamos mucho. Otra cosa he decidido esta noche, rezar cada día por ti, porque el guiso que cocine Dios en tu corazón esté tan rico que no puedas resistirte.

Un fuerte abrazo.
Águeda


Comentarios

  1. Excelente, Ágeda. ¡ Qué misterio tan grande !. Misterio que se abre ante los ojos de personas que, como tú, se plantean, y desean dar respuesta, al verdadero sentido de la vida. Al empezar a hacer reflexión sobre ello, a simple vista, es un misterio sin solución. A menos que haciendo uso de nuestra voluntad, con toda humildad, y despojados de nuestra soberbia, nos acerquemos a la palabra de Jesús e intentemos de verdad conocerle y seguirle. Es entonces cuando el misterio de nuestra existencia adquiere una explicación única e irrepetible, cada uno la suya, la buena.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Fernando! Se me había pasado tu comentario. Muchas gracias por escribirme y me encanta que compartas esta búsqueda conmigo. Un beso.

      Eliminar
    2. Gracias Águeda por abrir un foro donde poder reflexionar sobre estos temas.

      Tus "Reflexiones del Alma" me incitan a pensar también, y a compartir estas reflexiones contigo.

      Eliminar

Publicar un comentario

Cualquier cosa que me puedas aportar me gustará y la sabré aprovechar. Adelante!
Debido a varios ataques de spam a mi blog he tenido que activar la verificación de palabras para poder incluir un comentario. Siento las molestias.

Entradas populares de este blog

Ha llegado el momento

Hacerme nada

Apóstol del sufrimiento