La oración por los hermanos es el mejor regalo

Desde que me decidí a escribir este blog he ido sufriendo pequeños cambios que he intentado ir reflejando en mis escritos. Lo cierto es que los cambios físicos han sido infinitamente más insignificantes para mí que los cambios en el alma. Y ahora que trato de verlo todo en su conjunto caigo en la cuenta de que no siempre he transmitido lo que siempre he sabido; que tanto el avanzar parsimonioso de mi enfermedad como el vertiginoso de mi alma y mi corazón son fruto de la oración de otros por mí.

El domingo pasado rezamos en la Misa por todos los que rezan por nosotros y agradecí a Dios la existencia de todas esas personas que conozco, o no, que me encomiendan en sus oraciones, Así que decidí, después de hablar con una amiga muy especial, que este fuera el tema de mi siguiente post.

Gracias a la Iglesia me siento fuertemente protegida, sostenida por las oraciones particulares de multitud de amigos, algunos muy cercanos, pero curiosamente, muchísimos no tanto. Esta red inmensa es una maravilla, es una fuerza de tal magnitud, que sus consecuencias son incalculables. Los que tenemos fe sabemos que todo es don y que todo, absolutamente todo, es para bien de nuestras almas, y todas esas oraciones son recogidas por nuestro Padre para derramar gracias en consecuencia. Los milagros de mi vida son fruto de esas oraciones particulares, pero no sólo; hay dentro de nuestra Iglesia un grupo de personas que se dedican a rezar, a rezar por todos nosotros, por ti, por mí, pero también por los que no tienen a nadie que rece por ellos, y también por los que no creen en nada; ellos también reciben los regalos de Dios, aunque no sean capaces de reconocerlo. Esas monjas y monjes de clausura de tarea callada y muy poco reconocida ni entendida son los artífices de muchos de los milagros de nuestro día a día.

Quiero agradecerles a todos ellos sus oraciones, porque de ellas me beneficio yo muy particularmente, pero porque nos beneficiamos todos. Todas estas oraciones son fruto sólo del Amor, de saber que todos somos igualmente amados por Dios, también los mayores pecadores, los más alejados de la Iglesia, los que no creen que Dios existe; da lo mismo, todos ellos son sostenidos por las oraciones de personas que les aman aunque no les conozcan. ¡Qué maravilla!

Todas estas personas dentro de la Iglesia que rezan por los demás me recuerdan a los cuatro amigos que llevaban a un paralítico en una camilla, y estaban tan decididos a acercarlo a Jesús que se lanzaron a descolgarlo por el tejado. Jesús viendo la fe de ellos actúa sobre el paralítico; primero le perdona sus pecados, por la "oración" de los otros, y por si no fuera suficiente le cura la parálisis (cf Mc 2 1-12). No es que sea lo mismo, pero Jesús actúa por las acciones (y oraciones) de nuestros hermanos. Y es de justicia reconocerles el mérito a los que se acuerdan de nosotros en sus oraciones, más aún cuando dedican su vida a ello. ¡Gracias!

Comentarios

  1. Así es, verdaderamente la oración realizada con fe, tiene efecto en nuestra vida (Juan 15:16).

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    1. Y en la de los demás, Fernando. Es la comunión de los santos, regalo inestimable de Dios. Un beso

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