Líbrame del no callar


Cuando pienso y siento algo que quiero transmitir, ya en el acto de pronunciarlo con palabras, produzco una transformación del mensaje original, ya sea por mi incapacidad o por la limitación del lenguaje. Pero es que quien escucha mi mensaje tampoco entiende exactamente lo que mis palabras han transmitido. Además, sus prejuicios y sentimientos y el tiempo que el mensaje se acomode en su cabeza, harán una nueva versión de aquello que yo pensé y sentí. Si en algún momento decide compartir con un tercero lo que yo dije, recibirá algo tan distorsionado respecto a la verdad que mejor hubiera hecho en callarse. 


Esto pasa y mucho. Las consecuencias suelen ser catastróficas. 


Me viene al corazón la escena de Jesús ante el Sanedrín, escuchando todo tipo de versiones transformadas de sus palabras originales. Qué sentimientos habría en su corazón, qué tristeza, pero callaba. 


Solemos decir que “el que calla otorga” y, como con otros refranes, me ocurre que me parece que es mentira, porque Jesús callaba y no otorgaba. 


A no callar te empuja el demonio, a defenderte y explicar lo que ni tú mismo fuiste capaz de explicar en tu primera versión del mensaje. Jesús sabía que era inútil, por eso callaba. Yo desgraciadamente me dejo tentar y caigo. Y las consecuencias efectivamente son catastróficas. Se forma una maraña de dijes y diretes, de intenciones y sentimientos y de muchas susceptibilidades, que desemboca en dolor y ruptura. 


Cuando me ocurren este tipo de situaciones pienso que no volveré a expresar mis sentimientos, padecimientos o preocupaciones a nadie y así evitaré estas posibles futuras marañas. Pero qué bobadas se me ocurren; eso sería como no vivir; en este caso no hay que callar, sólo discernir el momento e interlocutor adecuados. Es mejor asumir el riesgo y pedir a Dios la gracia de no caer, más adelante, en la tentación de no callar, si llegado el caso.

Comentarios

  1. Muchas gracias Águeda. Estoy de acuerdo contigo.

    Creo que el silencio de nuestro Señor ante el Sanedrín nos muestra un caso paradigmático de la necesidad/utilidad de conservarlo en favor de la consecución de un
    bien mayor.

    Estoy convencido de que estás disfrutando de toda clase de bendiciones. Alabado sea el Señor.

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    Respuestas
    1. Gracias Fernando por tu comentario, efectivamente Jesús siempre busca ese bien mayor. Que Dios nos conceda esa sublime sabiduría. Un fuerte abrazo

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  2. Muchas gracias Águeda, no lo podías haber explicado mejor. Que Dios te bendiga, cuídate y cuidamos. Un abrazo

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