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Mostrando entradas de junio, 2024

Viento y nada

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Y yo pensaba: «En vano me he cansado,en viento y en nada he gastado mis fuerzas». En realidad el Señor defendía mi causa, mi recompensa la custodiaba Dios. (Is 49,4) Este versículo de la primera lectura de la solemnidad del nacimiento de Juan el Bautista ha captado completamente mi atención. Jesús ha querido que le dedique todo mi tiempo de oración. Estoy en medio de una crisis de ideas para escribir. Me agobia no saber qué contar, quizá es más una crisis de oración. O una crisis de vocación porque igual me he convencido de que Dios me pide escribir y en realidad no. Pero este versículo ha venido a iluminar mi pobre oscuridad. Mis agobios son viento y nada, esfuerzos estériles y vanos porque Dios defiende mi causa. Empeñarme en hacer lo que a mí me parece es gastar mis fuerzas. ¡Si Dios defiende mi causa! No debo agobiarme si no se me ocurre qué escribir, porque si la voluntad de Dios es que escriba Él se encargará de darme temas. Y si no es su voluntad, ¿para qué agobiarme

Pureza de corazón

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Yo soy de las que siempre pensé que la pureza de corazón es tener un corazón inmaculado, sin mancha ni defecto. A esto contribuyó mucho mi nombre, Águeda, que significa la que es buena. Y también un tío abuelo jesuita, que cada vez que me veía me lo recordaba y yo entendía que tenía que esforzarme por conseguirlo con mis puños. Hace tiempo que comprendí que las cosas no son así y a ello me ayudó mucho un diálogo entre el hermano Francisco de Asís y el hermano León, que está recreado en el capítulo X del libro "Sabiduría de un pobre" de Eloi Leclerc. Ahora me lo estoy releyendo y me lo ha recordado. "Después de un momento de silencio, Francisco preguntó a León: —¿Sabes tú, hermano, lo que es la pureza de corazón? —Es no tener ninguna falta que reprocharse —contestó León sin dudarlo. —Entonces comprendo tu tristeza —dijo Francisco—, porque siempre hay algo que reprocharse. —Sí —dijo León—, y eso es, precisamente, lo que me hace desesperar de llegar algún día a

Abrir el corazón

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Artículo originalmente publicado en  Jóvenes Católicos -¿Que qué significa abrir el corazón? Pues eso, abrir el corazón. Es la respuesta que me sale cuando me hacen esta pregunta. Es muy poco elaborada, lo sé, pero es que soy muy bruta. El otro día, una amiga me pidió que le aclarara qué quería decir con eso de que tenía que "abrir el corazón". Me puso en un aprieto porque es de esas cosas que sabes por intuición y que nunca he sentido la necesidad de racionalizarlo, así que decidí ir respondiendo por fascículos, a medida que rezando me iban brotando ideas inspiradas. Y éste es el resultado. Nuestra relación con Dios puede ser fría y distante, de criatura a creador, de respeto, pero en la distancia. También puede ser de amor, pero de amor concupiscente, que busca someter a Dios a nuestros antojos y que espera que Dios sea como nosotros queremos.  Y la relación que Dios desea de nosotros: una relación de amor redimido, en la que buscamos someternos a Dios en todo y

Desapego

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El pasaje del ciego de Jericó, Bartimeo, me ha mostrado un detalle que ahora me parece llamativo pero en el que nunca había recaído, o si lo hice no lo recuerdo. Por supuesto que el reclamo de este pobre hombre al borde del camino me enseña mucho sobre cómo debe ser la oración: sencilla, confiada e insistente. Pero lo que me ha llamado la atención es, primero, que estaba pidiendo limosna a la multitud de gente que estaba pasando por el camino y segundo, que cuando Jesús le llama suelta el manto y va de un salto. Yo supongo que este ciego sólo tendría para comer lo que pudiera sacar ese día de las limosnas; y prometía ser un gran día porque pasaba bastante gente acompañado a Jesús (Mc 10, 46-52 • "En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente"). Y deja de mendigar para hacer su oración dirigida a Jesús que pasa. Ante la posibilidad del encuentro con Jesús, prescinde incluso del alimento más básico. Me recuerda a Francisco de Asís e