Necesitar más a Dios


Ayer me dijo una persona, entre otras muchas cosas interesantes, que lo que Dios espera de mí es que le necesite, y espera que le pida que me conceda necesitarle más, amarle más.
Y yo, que soy muy obediente, me he puesto manos a la obra, pero además he meditado un poco sobre ello, para entenderlo mejor y ver cómo encaja esto en mi existencia.

Creo que hay tres tipos de personas: las que saben que necesitan a Dios para todo, las que creen que no le necesitan para nada y las que saben que le necesitan pero viven como si no. Yo, obviamente, pertenezco al tercer grupo pero aspiro a ocupar una de las primeras plazas del primero (¡Vamos, Águeda, tú puedes!)

Los que pertenecemos al tercer grupo tendemos a creer que nuestra relación con Dios depende de nosotros, de lo que le podamos dar, y caemos con mucha frecuencia en la tentación de ofrecerle nuestras obras que son bastante miserables. (Águeda, recuerda, no te tienes que ganar su amor. Ya lo tienes)

Creer que lo tienes que merecer resulta que es todo lo contrario de lo que Dios espera. Lo veo como un exceso de soberbia: "yo me puedo ganar el amor de Dios" (¡Por el amor de Dios, infeliz! ¿Pero quién te has creído que eres? A ver si te entra en la cabezota: no te lo mereces, ni lo merecerás jamás, ni aunque hicieras trillones de obras de caridad). Tenemos el amor de Dios porque Él nos lo ha querido regalar.

Lo terrible es que, teniendo semejante don y sabiendo todo esto, me olvido de Él con mucha frecuencia y no rezo suficiente y no agradezco constantemente. Incluso a veces una vocecita me dice: "reza ahora" (debe de ser mi ángel de la guarda, que le pedí que no me permitiera olvidarme de Él) y en lugar de ponerme inmediatamente a rezar, me excuso con lo que sea que tenga entre manos. Y aún con todo, Dios sigue mendigando mi amor. ¡No es una pasada!

Señor regálame el don de necesitarte más y no caer en la tentación de creer que tengo que merecerte.

Señor dame humildad para saber que sin Ti nada puedo.

Comentarios

  1. Paz y Bien.
    ¡Qué alegría volverte a leer y reflexionar contigo! Sí, creo que casi todos los creyentes pertenecemos al grupo 3º. Forma parte de nuestra existencia ya que todo lo que en esta vida tenemos (bienes materiales, familia, amistad) nos lo tenemos que ganar y mantener a pulso y, lógicamente, creemos que con Dios es lo mismo. Y... ¡nos cuesta tanto, tanto entender la gratuidad de Dios! Esto me llevaba a meditar, que no es lo mismo sentirse necesitado (yo necesito algo y lo compro o pago con algo) que sentirse pobre, pues el pobre necesita pero no tiene con que pagar. El amor de Dios es gratuidad, porque no tiene precio, por eso solo cuando nos damos cuenta de nuestra "pobreza" podemos disfrutar de su Don.
    Y sin duda, Agueda, creo que tu ya gozas de él.
    Un abrazo fraterno

    ResponderEliminar
  2. Paz y Bien, querida Isabel! A mí también me da una gran alegría leer nuevamente un comentario tuyo. Y es que cuánta razón tienes! Hay que distinguir entre estar necesitado y saberse pobre. Pobres y pequeños como Sta. Teresita de Lisieux. Que Dios nos dé la gracia de ser así siempre! Un fortísimo abrazo, amiga!

    ResponderEliminar
  3. Efectivamente, Águeda, soy un miserable e inane pecador que lucha miserablemente por alcanzar la misericordia de Dios Padre, a través del Hijo, Jesucristo.
    Tiene que ser por medio de Él pues es imposible conseguirlo con mis propias fuerzas.
    Soy un misérrimo perteneciente al tercer grupo de tu clasificación. Apenas recuerdo cuándo fué la última vez, sin duda siendo niño, que me apoyé en mi ángel custodio.
    Me quedo con las dos últimas frases de tu texto, y le doy gracias a Dios por hacerme consciente de la necesidad de Su perdón.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Cualquier cosa que me puedas aportar me gustará y la sabré aprovechar. Adelante!
Debido a varios ataques de spam a mi blog he tenido que activar la verificación de palabras para poder incluir un comentario. Siento las molestias.

Entradas populares de este blog

Ha llegado el momento

Hacerme nada

Apóstol del sufrimiento