Los anillos de Saturno

Esta semana me ha ocurrido algo para mí extraordinario. Observando la luna y los planetas con un telescopio pequeño he podido ver con mis propios ojos los anillos de Saturno.
No se veían como en esas fotografías que llevo viendo toda la vida, con colores y a gran definición ¡no! Se veían como una luz brillante y blanca, circular, que rodeaba una esfera blanca también brillante. Algo muy sencillo y pequeño, pero que me ha impactado muchísimo porque lo he visto con mis propios ojos.

Así es también mi vivencia de la fe. Toda la vida he visto imágenes a todo color de la vida de Jesús, de su muerte en la Cruz y de su Resurrección, de la relación de Dios con los hombres. Nunca he dudado que todo fuera cierto, como nunca dudé de que Saturno tuviera anillos.

Pero al igual que hay un antes y un después al ver los anillos con mis propios ojos, hay un antes y un después cuando Jesús quiso hablarme al corazón y todo se volvió Verdad por mi propia experiencia. También cuando experimenté el llanto y el rechinar de dientes de personas desconocidas que me hicieron ver el mismo Infierno con mis propios ojos, al que supe que me iba derecha de no haberme dejado conducir por la Iglesia. Hay un antes y un después.

Yo no busqué tener esas experiencias, de igual forma que no esperaba ver lo que vi en el telescopio, pero las tuve. Fueron experiencias tan sencillas como la sencillez de la imagen del telescopio; tan sencillas que podria pensar que las imaginé, de no ser por el cambio de vida tan radical que han supuesto. Y ahora pienso que menos mal que las tuve, pues de no ser así me estaria perdiendo el vivir cada dia en la conciencia de ser amada por Dios y con el reto diario de la coherencia en la Fe y de la correspondencia a ese Amor incontestable.

Aunque yo no busqué y encontré, creo que habría sido mejor buscar, porque quien busca halla, y tendría lo que tengo ahora desde mucho antes. Os pido a todos que busquéis con ahínco vuestros anillos de Saturno de la Fe, para que podáis vivir ese antes y después, porque os puedo asegurar que ya nada es igual y empiezas a tocar el Cielo de verdad. No lo dejéis para otro momento. No espereis a  que os llegue sin buscarlo. Cuanto antes, mejor, porque “no sabemos ni el día ni la hora”.

Comentarios

  1. Gracias Águeda, amiga y hermana. Me encanta la sencillez conque describes tu encuentro con Dios. Aunque si, es todo "gracia y don de Dios" tambien es cierto que sólo pueden ver esos "anillos" los pobres de espíritu, los que abren la puerta al amor de Dios que como mendigo llama incansable y deja que su amor y misericordia lo rodee.
    Ora por mi: Sor Isabel

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Isabel querida, ¡qué alegría me da leerte! Tienes toda la razón. Es fundamental esa humildad, ese hacernos pequeños. Sólo cuando nos arrodillamos somos capaces de ver a Dios. Rezo a diario por ti. Ya sé que tú siempre lo haces por mí. Un beso y un abrazo enorme:) Paz y Bien

      Eliminar

Publicar un comentario

Cualquier cosa que me puedas aportar me gustará y la sabré aprovechar. Adelante!
Debido a varios ataques de spam a mi blog he tenido que activar la verificación de palabras para poder incluir un comentario. Siento las molestias.

Entradas populares de este blog

Ha llegado el momento

Hacerme nada

Apóstol del sufrimiento