El premio

Cuando sólo tenía un hijo, pensaba que ponerle el chupete para que se calmase era de mala madre. Así que a Miguel no se lo di. ¿Y qué ocurrió? Pues que para calmarse empezó a chuparse el dedo, se deformó brutalmente el paladar y cuando quisimos que dejara el hábito no fuimos capaces. Hubo que ponerle una aparatosa ortodoncia y sufrió muchísimo. 

En una ocasión Alejandro le propuso un trato: si dejaba de chuparse el dedo le regalaríamos una pecera con un pececito. El primer día lo intentó pero acabó sucumbiendo a la tentación. Pero Alejandro ya lo consideró un gran logro y se presentó en casa con una pecera redondita y un pececillo surcando los mares de su pequeño mundo. Miguel no volvió a acordarse de que había hecho un trato, siguió chupándose el dedo y el pececillo pereció de tanto cambiarle el agua y limpiar la pecera con jabón.

Esto de dar los premios por adelantado es muy de mi marido y también de Dios.

Estoy últimamente hablando de María a unos amigos nuevecillos en las cosas de la religión. Y al pensar en contarles lo de su inmaculada concepción, me ha venido esta historia de Miguel y Alejandro. Al igual que mi esposo, Dios hizo un regalo a María -su concepción inmaculada- en virtud de la Redención futura que llevaría a cabo Jesús, sin tener la seguridad de que María diría "hágase" al plan de Dios. Por eso toda la creación contuvo el aliento ante la propuesta del ángel Gabriel. Porque María podría haber dicho que no.

Gracias a Dios -y a María- en esta ocasión salió bien.

En nuestro caso, viendo los resultados, a Gabriel y Alejandra les plantamos un chupete desde el primer día.