Los convidados


Hoy se lee en la Misa el Evangelio de Mateo donde se narra la parábola del rey que celebra la boda de su hijo e invita a sus convidados, que están tan ocupados con sus asuntos que no acuden. Algunos incluso matan a los mensajeros. (Cf Mt 22,1-14) Muchas otras cosas contiene este Evangelio por lo que recomiendo su lectura y oración. Pero yo quiero fijarme en estos primeros convidados.

Me han hecho pensar en ellos primero como en mi misma, y luego como en los poderosos y gobernantes del mundo.

En lo que a mí respecta me he dado cuenta de la infinidad de veces que yo no he respondido a las invitaciones de Dios para acercarme a él. Siendo como soy bautizada, seguro que yo me habría encontrado entre esos primeros convidados. Y como ellos he encontrado muchas veces cosas mejores que hacer. Recuerdo una vez, hace siglos, que dejé de ir a Misa el día de Navidad porque había conmigo unos amigos que no acostumbraban a ir. Rehusé el banquete. Creo que también llegué a matar a los mensajeros a veces cuando ahogué las voces que me alertaban del pecado. Pero bueno, eso ya me queda muy lejos. Además, con los años me convertí en uno de los pobres del camino que aparecen en la segunda parte de la parábola; la ELA y mi arrepentimiento me han cambiado el papel en la historia y ahora por nada rechazo una invitación que venga de Dios. Incluso me esfuerzo por llevar siempre mi mejor traje gracias a la confesión, aunque siga habiendo muchas cosas que pulir en mi corazón de piedra.

Son los poderosos de este mundo los que también deberían sentirse interpelados por esta historia. No se me va de la cabeza la idea de que Dios existe y es real, creamos lo que creamos y vivamos como vivamos. Muchos poderosos no creen que Dios exista y actúan y viven como si ellos mismos fueran ese dios que les falta. Y por eso deciden lo que está bien y lo que está mal. Pero Dios existe y les ha creado a ellos y espera que lo reconozcan. Por eso no ceja en el empeño de que asistan a su banquete, aunque lo rechacen una y otra vez. La invitación para ellos consiste en que asuman la manera de Dios creador de hacer las cosas. ¡Eso sería maravilloso! Humildad entre los poderosos. Pero se empeñan en ir en casi todo contra le ley natural, contra la ley de Dios. Amparados bajo una tolerancia y respeto a todo lo que sea, se nos aleja del modelo original, natural y se rechaza sistemáticamente todo lo que suene a normal; y se nos cuela con calzador cualquier cosa, incluso manipulando a nuestros hijos en los colegios, en aras de esa tolerancia y supuesta libertad que no lo es.

Creo sinceramente que el mundo cambiaría si los poderosos, a título particular, se dejaran tocar por Dios. Si empezasen a gobernar con Cristo en su corazón; dejándose guiar por las inspiraciones de quien ha creado todo por amor, de quien lo ha dado todo por amor a ellos, incluso su propia vida. Pero si no lo hacen nos puede ocurrir lo que también narra la parábola: la cólera de Dios. Dios no lo quiera; yo por si acaso no me voy a quedar sin aceite en la lámpara.

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