Los convidados

Me han hecho pensar en ellos primero como en mi misma, y
luego como en los poderosos y gobernantes del mundo.
En lo que a mí respecta me he dado cuenta de la infinidad de
veces que yo no he respondido a las invitaciones de Dios para acercarme a él.
Siendo como soy bautizada, seguro que yo me habría encontrado entre esos
primeros convidados. Y como ellos he encontrado muchas veces cosas mejores que
hacer. Recuerdo una vez, hace siglos, que dejé de ir a Misa el día de Navidad porque
había conmigo unos amigos que no acostumbraban a ir. Rehusé el banquete. Creo que
también llegué a matar a los mensajeros a veces cuando ahogué las voces que me alertaban
del pecado. Pero bueno, eso ya me queda muy lejos. Además, con los años me convertí
en uno de los pobres del camino que aparecen en la segunda parte de la parábola;
la ELA y mi arrepentimiento me han cambiado el papel en la historia y ahora por
nada rechazo una invitación que venga de Dios. Incluso me esfuerzo por llevar
siempre mi mejor traje gracias a la confesión, aunque siga habiendo muchas
cosas que pulir en mi corazón de piedra.
Son los poderosos de este mundo los que también deberían
sentirse interpelados por esta historia. No se me va de la cabeza la idea de
que Dios existe y es real, creamos lo que creamos y vivamos como vivamos.
Muchos poderosos no creen que Dios exista y actúan y viven como si ellos mismos
fueran ese dios que les falta. Y por eso deciden lo que está bien y lo que está
mal. Pero Dios existe y les ha creado a ellos y espera que lo reconozcan. Por
eso no ceja en el empeño de que asistan a su banquete, aunque lo rechacen una y
otra vez. La invitación para ellos consiste en que asuman la manera de Dios
creador de hacer las cosas. ¡Eso sería maravilloso! Humildad entre los poderosos.
Pero se empeñan en ir en casi todo contra le ley natural, contra la ley de
Dios. Amparados bajo una tolerancia y respeto a todo lo que sea, se nos aleja
del modelo original, natural y se rechaza sistemáticamente todo lo que suene a normal;
y se nos cuela con calzador cualquier cosa, incluso manipulando a nuestros
hijos en los colegios, en aras de esa tolerancia y supuesta libertad que no lo
es.
Creo sinceramente que el mundo cambiaría si los poderosos, a
título particular, se dejaran tocar por Dios. Si empezasen a gobernar con
Cristo en su corazón; dejándose guiar por las inspiraciones de quien ha creado
todo por amor, de quien lo ha dado todo por amor a ellos, incluso su propia vida.
Pero si no lo hacen nos puede ocurrir lo que también narra la parábola: la cólera
de Dios. Dios no lo quiera; yo por si acaso no me voy a quedar sin aceite en la
lámpara.
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