Mi sicomoro
Me siento llamada a ser como María la hermana de Marta y Lázaro. Mi papel de enferma de ELA me une fuertemente a una vida orante, o al menos es lo que cabría esperar. María es el modelo al que me gustaría parecerme. Me gustaría, pero me falta mucho.
María, embelesada, escucha al maestro y nada distrae su atención, ni siquiera el jaleo de fuentes, jarras y platos de alrededor, ni el volumen de las órdenes de Marta para que todo fuese perfecto. (cf. Lc 10,38-42)
Yo, sin embargo, estando también rodeada del barullo de una casa llena de vida, no consigo centrar mi atención nada más que en Jesús. Pocas -demasiado pocas- son las veces que logro tener todos mis sentidos entregados a la oración estando en casa.
Los jaleos que me distraen de la oración muchas veces vienen de alrededor: las preguntas de mis hijos, sus cariños y los de mi marido, la música, los cacharros de la cocina, las películas en familia; todos estos jaleos me encantan pero me distraen; mucho más las discusiones que me entristecen. Aun así los que me preocupan más son los que vienen de dentro: los entretenimientos de mi móvil -mi herramienta de comunicación-, la pereza, las redes sociales, la mente demasiado dispersa, los ruidos de mis pensamientos, no poder levantarme e ir a mi cuarto y cerrar la puerta.
No estoy queriendo decir que todo esto es malo -bueno, la pereza, la mente dispersa y las discusiones sí lo son-, sino que todo esto me dificulta muchas veces el ponerme, cuando realmente deseo dedicar buena parte del día a rezar.
Quiero parecerme a María, pero realmente me parezco a Zaqueo; soy bajita como él y la muchedumbre no me deja ver a Jesús (cf. Lc 19,1-10); mis distracciones de dentro son mi baja estatura, y las de fuera son la muchedumbre, por eso tengo que buscar un sicomoro para poder verle y ser por fin María.
Mi sicomoro más eficaz es fijar unas horas cada día para centrarme en la oración, aquellos momentos en que la casa está más tranquila, aunque nunca consiga ser del todo María. De lo que estoy segura es que Jesús se hará el encontradizo conmigo y querrá alojarse en mi corazón.
Yo también quiero parecerme a María, me gusta hacer cosas y, como ella, servir a Jesús. Pero no puedo, a no ser que Jesús haga un milagro como hizo con Lázaro ( no estoy muerta como él, pero si imposibilitada). Mi alivio es saber que Jesús sufrió más que yo y sin ningún merecimiento . Por eso sólo puedo decir: GRACIAS POR TANTO SEÑOR!!!
ResponderEliminarAmén 🙏🏼🙏🏼
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ResponderEliminarQuerida Agueda que Jesus Nuestro Señor no deja de abrazarte ni un segundo de tu preciosa vida , no me cabe la menor duda. Yoy le doy gracias a Dios todos los días por tus palabras , por tu Vida. No imaginas como iluminan la mia con el Señor.
ResponderEliminarBendito sea Dios 🙏🏼 gracias de corazón por tu mensaje 😍
Eliminar¡Ánimo! Que aunque te disperses siempre estás a los pies de Jesús!!!!
ResponderEliminar😘
Muchas gracias, Borja 😊🙏🏼
Eliminar🙏🏼
ResponderEliminarPío XI, el “Papa del Domund”, declaró a Santa Teresita Patrona de las Misiones en 1927, sin que hubiese salido para ello de su convento. Y es que ella descubrió que el secreto de la perfección, consiste en ofrecer el sufrimiento en unión con el de Cristo para que en ese amor de sacrificio permitamos a Dios, hacernos completamente suyos. Él Papa la llamó “una palabra de Dios”, “milagro de virtudes y prodigio de milagros”, “verdadera rosa de amor caída del cielo a la tierra para maravillar la tierra y el cielo”, “obra maestra de la naturaleza y de la gracia”…
ResponderEliminarPrecioso Elisa 😙
EliminarAquí otra Zaquea luchando por aposentarse en el sicomoro entre tanto quehacer y sonido de jarras, platos y tareas: y lo cierto es que al final, si lo buscas, o lo encuentras o Dios te lo concede. Sabiduría y consuelo desde el sicomoro.
ResponderEliminarUn abrazo Águeda.
#unidasenoración
Un fuerte abrazo 😘🤗
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