Mensajes escondidos

He conocido a una persona que me ha tocado el corazón. Es alguien muy culto, sensible, pacífico, honesto, buscador de la verdad y de la justicia desde el amor. Ha sufrido mucho, pero no actúa movido por el rencor. Admirable; y lógico por otro lado, ya que, como he dicho, es un buscador de la verdad y ésta es el Amor.

Esta persona ha leído el libro que habla de Alejandro y de mí y ha visto nuestros testimonios en Internet. Cuando nos lo dijo, me salió una disculpa por creer que nuestras cosas no estaban al nivel de una mente tan privilegiada, pero es sensible, y olvidaba decir que humilde y sencillo también. Y todo ello unido le ha permitido descubrir una profundidad inmensa en lo que yo describo, con prisa acomplejada, avergonzada y atolondrada, como poco profundo.

Después de rezarlo, confieso que me he sentido un poco profeta, porque, como ellos, no sé el alcance de mis palabras, y son otros los que descubren los mensajes escondidos por Dios en ellas. Es maravilloso darse cuenta de que Dios te elige para enviar mensajes a otros en los que ni siquiera pensabas cuando los pronunciaste o escribiste. Y que además, probablemente, esos mensajes les transformarán la vida. Qué afortunada me siento.

Últimamente mi ELA me está jugando una mala pasada con las emociones. Los que me ven con frecuencia lo saben porque lo han sufrido. Lloro por nada y de forma exacerbada. Basta el más mínimo detalle de cariño para deshacerme en lágrimas. No puedo parar, no lo puedo explicar, solo puedo encogerme de hombros y abandonarme. 

Es ridículo, siempre desde mi mirada corta y acomplejada. Pero he pensado que es muy similar a lo de los mensajes escondidos de Dios de antes. Al fin y al cabo los que lo presencian no se agobian porque perciben algo más profundo, algo que no es evidente y saben que estoy bien. Creo que es un mensaje escondido por Dios en mis lágrimas, para otros.

Y además creo que mis llantos son en realidad don de lágrimas porque siempre me dejan un profundo sentimiento de gozo y de amor de Dios.

No me queda sino dar gracias a Dios por estar tan presente en mi vida y a la vez tan escondido que sólo si lo quieres encontrar lo descubres. Esto me parece una genialidad de Dios, un detalle de amor para que le busquemos con anhelo, para que en todo momento estemos en oración, tratando de conocerle cada segundo más y más. Él te sostiene y si no quieres no le ves, pero si lo intentas reconocer te sorprenderás de lo presente que está y de lo mucho que hace por ti día a día, segundo a segundo.