artículo originalmente publicado en Jóvenes Católicos Me siento llamada a ser como María la hermana de Marta y Lázaro. Mi papel de enferma de ELA me une fuertemente a una vida orante, o al menos es lo que cabría esperar. María es el modelo al que me gustaría parecerme. Me gustaría, pero me falta mucho. María, embelesada, escucha al maestro y nada distrae su atención, ni siquiera el jaleo de fuentes, jarras y platos de alrededor, ni el volumen de las órdenes de Marta para que todo fuese perfecto. (cf. Lc 10,38-42) Yo, sin embargo, estando también rodeada del barullo de una casa llena de vida, no consigo centrar mi atención nada más que en Jesús. Pocas -demasiado pocas- son las veces que logro tener todos mis sentidos entregados a la oración estando en casa. Los jaleos que me distraen de la oración muchas veces vienen de alrededor: las preguntas de mis hijos, sus cariños y los de mi marido, la música, los cacharros de la cocina, las películas en familia; tod...
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