Confianza ciega
Veo con claridad que, tener algo que ofrecer al Señor, puede ser perjudicial para el alma, especialmente si son grandes obras, como la ELA, que es mi caso. Corremos el riesgo de pensar que son nuestras ofrendas las que nos alcanzan la salvación. Pero no depende de ellas, la salvación es un don de Dios.
Los bienes espirituales que ofrezco a Dios son, para empezar, dones que me ha dado Él y por tanto sólo le doy lo que es suyo. Pero es que ni siquiera el hecho de ofrecer es cosa mía; todo es gracia de Dios. Yo comprendo estas cosas por pura gracia de Dios. Es para mí un misterio el porqué de este regalo de su gracia para mí y no para otros, si a todos nos quiere igual.
No nos salvan los bienes espirituales que ofrecemos; nos salva la infinita Misericordia de Dios, a través del Hijo clavado en la Cruz. Me pregunto pues qué espera Dios de nosotros, si no cuentan para la salvación. A decir verdad, sí cuentan, para demostrar el amor con que le amamos, porque la fe sin obras está muerta (Sant 2,26). Pero lo que en verdad nos pide es, ni más ni menos, que la confianza ciega en su Misericordia. Santa Teresita de Lisieux se lo explicaba así en una carta dirigida a su hermana:
«Mis deseos de martirio no son nada, no son ellos los que me dan la confianza ilimitada que siento en mi corazón. A decir verdad, las riquezas espirituales hacen injusto al hombre cuando se apoya en ellas con complacencia, creyendo que son algo grande. […] La confianza, y nada más que la confianza, puede conducirnos al amor»Recién convertida, me costaba muchísimo tener la confianza ciega en su Misericordia, pero, gracias a Dios, Él se está encargando de ello. Yo he sentido muchas veces complacencia por lo dura que es la ELA y por haberme reservado la boca para la Sagrada Comunión, aun compartiendo la mesa con todos y no probando nunca ninguno de los manjares que hay sobre ella. Me parece complacencia el hecho de escribir todo esto aquí, pero es la única forma de poner algún ejemplo propio. Que Dios me conceda la gracia de no caer en la autocomplacencia y la gracia de la confianza ciega en su misericordia.
Qué Dios te conceda muchas gracias. Admirable tu fe y tu amor. Abrazo.
ResponderEliminarQue hermosa fe tienes, que Dios siga haciendo crecer esa fe. Y que te bendiga
ResponderEliminarHola Águeda. Hace tiempo que no coincidimos. Pero seguimos yendo por la Merced. HOY iremos. Vimos a tu hija cantando en el Jubileo. Qué gran misión la tuya: llegar lejos desde tu silla abrazando a todos unidos en el Cuerpo de Cristo. Mucho ánimo y adelante. Necesitamos tu testimonio.
ResponderEliminarTeresa Fortea
Gracias, preciosa.
ResponderEliminarEn cuanto he visto en instagram el título de tu nuevo artículo, he venido directa a leerlo. Es tan necesaria la confianza ciega en la Misericordia, y, sin embargo, ¡cómo nos cuesta confiar así! Que Dios te bendiga, Águeda.
Eres mi Apóstol en la tierra. Espejo en el que mirarme y aprender tantas cosas. Le pido a Dios que te deje MUCHO TIEMPO entre nosotros para que sigas evangelizándome/os y dándole gracias a Dios por tí.😇
ResponderEliminarGracias por el camino espiritual que los muestras, tanto en tu espíritu como en tu propia carne y afectos. Dios trabaja en ti y nos lo muestras con tu vida.
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