Ver de verdad

Estaba pensando escribir sobre cómo se ha transformado mi cara; cómo me veo de mal, con la boca abierta la mayor parte del tiempo; a mí me recuerda a doña Rogelia, la de Mari Carmen y sus muñecos; diréis que soy una exagerada, es cierto, exagero, tan fea no soy; pero para alguien tan presumido como yo es muy duro el deterioro. Sin embargo esto es sólo como yo me veo, no como me ven los demás.

Así que voy a escribir sobre cómo me ven los demás. Algunos me verán igual de fea que yo; pues tampoco voy a escribir sobre ésos porque se quedan en la superficie y para eso ya me analizo yo. 

Los otros, los que cuando me ven me dicen qué guapa estoy y no lo dicen por cumplir -eso se nota-, miran el interior. Lo sé porque yo misma miro de esa forma cuando miro a mis compañeros de ELA.

No miran los rasgos físicos; atraviesan esa capa de fealdad y se fijan en la alegría y las ganas de vivir a pesar del sufrimiento. Supongo que también ven algo de la luz del Espíritu que ilumina mi vida -digo yo que se tiene que ver porque tiene mucha fuerza-. Ven en los ojos la paz y esperanza que ha inundado mi vida.

Mirar así dice mucho de ellos, porque miran con el corazón, y ese corazón está limpio y transparente. Tener así el corazón es una bendición y hay que dar muchas gracias a Dios.

Esto es igual que cuando miras un crucifijo con Jesús muy llagado y reventado a golpes, no te fijas en cada señal de la salvajada, o si lo haces es para unirte a su dolor; no te fijas en la indignidad de los hombres que le han hecho eso, o si lo haces es para arrepentirte de tu propia indignidad; te fijas en el infinito amor y la dignidad del hombre-Dios, en la esperanza de este Dios hecho hombre que le empuja a esta locura de entrega en las manos de los hombres corrompidos por la ferocidad del Mal.

Me gusta mucho cuando en las iglesias hay crucifijos realistas que me ayudan a rezar y a meterme en el misterio.

Cuando me dicen que estoy muy guapa, a mi me sale mi pronto más superficial y quiero decirles que estoy horrorosa, pero gracias a Dios no puedo hablar y así no meto la pata hasta el corvejón. Lo cierto es que me gusta que vean más allá y que me lo digan. Ahora no os pongáis a gritarme guapa al verme pasar como si fuera una folclórica, perdería todo el encanto del encuentro personal. 

Una vez leí esta frase que se me quedó grabada:

Ver de verdad es ser transformado por lo que veo

Es de Erik Varden en el libro "Castidad: la reconciliación de los sentidos".

Pues yo creo que estas personas ven de verdad y por lo tanto son transformadas por lo que ven. No puedo más que dar gracias a Dios porque en mí hay cosas muy buenas que transforman vidas para bien.