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Con Jesús en el Calvario

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Hoy hace un año que me hicieron la traqueostomía y nos hemos adaptado muy bien, mucho mejor de lo que había imaginado. La mayor dificultad ha sido -y es- la comunicación, ya que ni mis lloros son audibles. Recién llegados del hospital pasé las semanas más horribles de mi enfermedad. No quería ni irme a dormir por miedo a que me ocurriera lo que me venía pasando casi a diario. Tenía el móvil encendido frente a mi cara toda la noche y, cuando me pasaba algo, podía con una aplicación ( look to speak ) decirle a Alejandro, que duerme a mi lado, que necesitaba ayuda. El problema era que no me oía. Y así podía estar hasta cinco horas -la peor noche- con una pierna dormida, sin poder hacer el más mínimo movimiento que me aliviase; creyendo que tendrían que amputarme la pierna a la mañana siguiente. Gracias a Dios hemos ido mejorando mis posturas nocturnas y el sistema de comunicación, hasta la actual cámara de infrarrojos que avisa con un leve movimiento de mis ojos.  ¿Cómo es pos...

Algo infinitamente mejor

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Me ha ocurrido muchas veces y siempre acabo triste. De tantas como han sido no puedo ni decir un número. Sacerdotes y laicos que se me acercan para rezar por mí imponiéndome las manos con la esperanza de curarme por su intercesión. Me entristece ver la decepción en sus ojos.  Me gustaría decirles que recibo mucho más de lo que piensan, porque la curación del cuerpo es fácil en comparación con la curación y transformación del corazón; y yo necesito mucho más de ésta que de aquélla. Hasta el momento, la transformación ya ha sido gigantesca, pero no completa. En la época de Jesús la gente se le acercaba y con sólo tocar la orla de su manto se curaban. Ahora que tenemos una intimidad con Él infinitamente superior por la Comunión, no hay tantas curaciones. Es razonable preguntarse por qué, aunque yo no perdería el tiempo. Sin embargo creo que el mismo Jesús esboza una explicación en un pasaje relatado por los tres sinópticos y creo interesante verlo aunque me vaya un poco del te...

Ver de verdad

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Estaba pensando escribir sobre cómo se ha transformado mi cara; cómo me veo de mal, con la boca abierta la mayor parte del tiempo; a mí me recuerda a doña Rogelia, la de Mari Carmen y sus muñecos; diréis que soy una exagerada, es cierto, exagero, tan fea no soy; pero para alguien tan presumido como yo es muy duro el deterioro. Sin embargo esto es sólo como yo me veo, no como me ven los demás. Así que voy a escribir sobre cómo me ven los demás. Algunos me verán igual de fea que yo; pues tampoco voy a escribir sobre ésos porque se quedan en la superficie y para eso ya me analizo yo.  Los otros, los que cuando me ven me dicen qué guapa estoy y no lo dicen por cumplir -eso se nota-, miran el interior. Lo sé porque yo misma miro de esa forma cuando miro a mis compañeros de ELA. No miran los rasgos físicos; atraviesan esa capa de fealdad y se fijan en la alegría y las ganas de vivir a pesar del sufrimiento. Supongo que también ven algo de la luz del Espíritu que ilumina mi vi...

El propósito

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Cuando empecé con este blog me daba vergüenza, y aún más miedo, mostrarme ante el mundo tal cual soy; pero algo en mi interior me empujaba. Con el tiempo, algo en mi exterior también: mi santo esposo.   Cuento esto porque realmente no tenía un propósito claro, salvo el de reflexionar y poner orden en lo que me estaba ocurriendo en el cuerpo y en el alma. Y no sé por qué decidí hacerlo público; quizá pensé que a alguien le podría interesar. Lo que seguro no pensé es que fuera una inspiración del Espíritu Santo. Ahora sé que fue cosa suya, ¿qué otra cosa podría ser?. El otro día en el Evangelio de Misa, Juan el bautista decía esta frase:  "Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel" (Jn 1, 31) Sentí que ese era el propósito verdadero de mi blog, manifestar a Jesús a todo el que se acerque a leerlo, incluida yo misma porque tampoco lo conocía. El bautismo de Juan es, en mi caso, escribir estos artículos. Realmente creo que...

El pecado de Adán, mi pecado

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En una reciente noche de insomnio recordé un libro que leí hace tiempo y recomiendo mucho: El comienzo de todas las cosas, de Romano Guardini. Me sorprendió descubrir que Adán no sólo intentó responsabilizar a Eva de su pecado -cosa que también hizo Eva con la serpiente-, sino que intentó responsabilizar a Dios mismo: "la mujer que [Tú] me diste como compañera me ofreció del fruto y comí". Nunca antes había caído en esa sutileza; o sea que el responsable último es Dios, que le dio una mala mujer. Yo también tuve mi época de culpar al mundo de mis pecados; todo a mi alrededor -personas, circunstancias- me había llevado a ser quien era, con nula o poca responsabilidad mía. Esa etapa pasó y acepté mi responsabilidad.  Pero también tuve una fase posterior en la que hice lo mismo que Adán. Sólo que peor, porque yo conozco la historia; pero es que el demonio es muy astuto para ocultar sus tretas y su presencia y todo lo que voy a contaros me pasó inadvertido hasta esa ...

Ser Navidad

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Desde hace tiempo vengo pensando cómo hacer para anunciar a Cristo a tantos a mi alrededor que, conociéndolo, no tienen relación alguna con Él. El otro día, escuchando una charla de mi director espiritual, D. Francisco Williams, entendí que la gente de hoy en día no busca teorías ni discursos sesudos sobre la existencia de Dios; más bien necesitan testimonios de vida que contagien la vida con y en Cristo; vivimos en la época de las emociones. La verdad es que me animó bastante dada mi descomunal dificultad para expresarme con mi voz electrónica. Esto es muy acorde con el salmo 18 que se proclamó en la última Misa del tiempo ordinario: Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje. (4-5a) Y hablando con este sacerdote me dijo algo que he hecho mío y he decidido contar por lo que sucedió la tarde del viernes.  Ese día fue el encendido de luces de Navidad y fue una preciosid...

Y yo lloraba con Él

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¡Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz!  Qué tristeza siento por las lágrimas de Jesús ante Jerusalén (cf. Lc 19,41-44). Él llora porque los elegidos por su Padre no le han reconocido y no tendrán paz, la paz verdadera, la que sólo Dios puede dar. Y yo siento tristeza porque 2000 años después seguimos igual. Y no sé qué puedo hacer además de rezar. Conozco personas que no sólo están ciegas a quien les puede dar la paz, sino que se sienten acorralados, sitiados, por las circunstancias, los dolores, sus vidas vacías y sin más sentido que sobrevivir. Sus vidas están destruidas porque les falta Cristo.  Ayer frente a Jesús en la custodia pensé que Él aún lloraba y yo lloraba con Él.