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Mi morada

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En otra ocasión hablé ya de esa oración que rezo a diario y que fue tomada de la consagración al Inmaculado Corazón de María con las meditaciones de Medjugorje. En esa oración rezo al final:  "Ayúdame, oh María, en hacer tu corazón más conocido cada día" Siempre tengo la impresión de que no soy fiel a este propósito, aunque mi anterior artículo esté también dedicado a Ella. Pues Dios ha querido que mi oración de la Misa de la festividad del Pilar haya estado mayormente dedicada a su madre. Y lo voy a contar, no porque crea que es original -seguro que no lo es, porque todas las lecturas de la liturgia están elegidas por Ella-, sino porque va de Ella, y quiero rendirle un modesto homenaje. No voy a hablar del Evangelio de ese día; no estaría a la altura de los millares de sacerdotes que hablaron sobre él en cada Misa. Mi oración se centró en el salmo, el 27(26), y concretamente en los versículos 4b-5. gozar de la dulzura del Señor,  contemplando su templo. Él me pr

María, tierna madre

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Desde que me diagnosticaron la ELA he ido creciendo en amor y devoción a María; y Ella siempre me ha correspondido con gracias abundantes como mediadora que es entre Jesús y yo. La mayor gracia que he recibido es la cercanía con Jesús, que me hace vivir con mucha paz y alegría, pero todavía puede ser mayor. María es de verdad una madre tierna que sabe mejor que nadie lo que te conviene y necesitas para ser profundamente feliz. Y no espera a que se lo pidas; se adelanta, porque sabe mejor que tú lo que deberías pedir a Dios. Mi agradecimiento a María es eterno; y cuando me invitaron a recibir la imposición de la Medalla Milagrosa, supe que quien me invitaba era María. Me la impusieron en una ceremonia preciosa en la Basílica de La Milagrosa en Madrid. Me emocioné muchísimo -la ELA tiene estas lindezas, que te deshaces en lágrimas a la mínima-. Sentí de verdad que la Virgen me abrazaba con ternura y me invitaba a abandonarme en sus brazos. Tanto es así que por la noche, en mi

Sí importa

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Hace algunos años, hablando con un tuitero que des-virtualicé, no sé muy bien qué dije, pero recuerdo muy bien lo que él me dijo: "¿Es que de verdad piensas que igual no te salvas?". Por aquel entonces mi fe estaba en mantillas, y aún pensaba que la salvación dependía de mí. Una vez superada esa etapa de fe imperfecta, tuve una inspiración que dejé escrita en un tuit y con la que sigo identificándome plenamente; tanto es así que lo dejé fijado en el perfil de Twitter (X). Escribí: "Mi alegría y fuerza en medio de mis circunstancias difíciles se debe a que entiendo que mi existencia es valiosa por sí misma y camino hacia una plenitud que lo compensará todo. Entiendo el sentido de la vida. Vivo por la fuerza de la fe y la esperanza. Mi lucha es mostrar esto." Hace poco he leído algo que me parece que casa perfectamente con mi inspiración: "La plenitud de la fe está asociada con la firme confesión de la esperanza porque es fiel quien hizo la promesa&qu

Como un niño

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Es impresionante cómo un enfermo de ELA, en un estado avanzado de la enfermedad, se vuelve igual que un bebé. En cada aspecto de la vida se comporta como un niño, para moverse necesita que otro le mueva, para hacerse entender tiene que utilizar métodos alternativos al habla, muchas veces el llanto. Para alimentarse alguien debe darle la comida a la boca; comida que no puede preparar por sí mismo. Más tarde tampoco podrá recibir la comida a la boca, sino que alguien deberá enchufársela directamente al estómago, casi casi como quien enchufa un biberón a su bebé. Todo lo que tiene que ver con el aseo debe hacerlo otro por él. Por supuesto en el vestir también está sujeto a otros. En todo se comporta como un bebé. Bueno, en todo no: su cabeza rige como el adulto que es, con plenas facultades mentales. Estos pensamientos me asaltan con frecuencia y se quedan ahí. Pero últimamente me han hecho sentirme afortunada de ser como un bebé, al haberse leído en Misa dos veces casi seguid

Creer y hablar de Dios

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Algunas veces me encuentro con personas que, creyendo en Dios, no creen que tenga algo que decir en sus vidas. En ocasiones es una actitud de elección libre, de querer que Dios no "estorbe" sus planes -como si Dios pudiera estorbar-. Pero no en pocos casos es simplemente que no han mamado en su familia el reconocer en todo la caricia de Dios Padre cuidando de sus hijos; nadie les habló de Dios.  Yo podía ser una más de estos últimos, de no haber sido tocada por una gracia especial y concreta por la que sólo puedo dar gracias y alabar y bendecir día y noche al Señor. Las palabras que una y otra vez vienen a mi corazón son éstas: "proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador." No puedo creer que yo sea más especial que el resto, una especie de escogida. No es así. Tiene que ser que Dios está siempre derramando su gracia, y en cierto momento hemos abierto el corazón y la gracia lo ha llenado por entero. Y hemos hecho lo

Amor que transforma

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Sólo lo que amo me cambiará de manera hermosa    Esta frase tan pequeña, extraída del libro "Castidad: la reconciliación de los sentidos" de Erik Vardem, encierra una sabiduría inmensa que no sé si todo el mundo llega a comprender.  Esta sabiduría es la de Jesús que conserva las heridas de la Pasión tras la Resurrección. Las conserva porque las ama, no porque sea masoquista, sino porque ama la obra que esas llagas han realizado, la salvación del hombre. A mi me ocurre algo similar con mi ELA, amo lo que Dios es capaz de hacer con ella. Sé que la enfermedad no es deseable, me hace sufrir mucho, lo peor para mí es la humillación que siento cuando mi saliva brota cual fuente, o cuando el aire que se acumula en mi estómago -me gustaría saber por qué lo hace- emerge por mi garganta con nulo control por mi parte. Estas humillaciones son para mí vergonzosas, y desearía no tener que pasar por esto, pero sigo amando lo que Dios es capaz de hacer con ellas; aunque me cuest

Sigo hablando

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Hay un salmo que es muy importante para mí, porque fue muy significativo en el momento de mi diagnóstico de la ELA, cuando había hecho una promesa de amor a Dios y me había entregado a la tarea de conocer a fondo todo de Él. Se presentó ante mí al abrir la Biblia para rezar. Estando escribiendo este artículo, también se me ha presentado delante pues fue leído en la Misa en memoria de san Ireneo de Lyon -casualidades de la vida-. Los versículos que me atraparon fueron estos: Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha; que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías. (Sal 137(136), 5-6) Ese "que se me paralice la mano derecha" fue como un dardo en el corazón. A mí se me había paralizado la mano derecha y -tenía que reconocerlo- me había olvidado de Jerusalén, o sea, me había olvidado de que yo pertenecía al Reino. No es que fuera un castigo merecido por ser la hija pródiga, es